Y qué pena, porque era un día del que Letizia podía sentirse orgullosa de sí misma y de su familia, ya que su mayor responsabilidad es educar a sus hijas y a su marido, ay, perdón, a sus hijas quiero decir. Y ofrecer desde su tierra una imagen que será reproducida en el mundo entero: una familia real cercana y cosmopolita, implicada en la cultura, moderna, en una palabra.
El estilo de la princesa Leonor y la infanta Sofía
Las princesas son guapísimas, cada una en su estilo. Leonor, con una belleza clásica, había dejado por suerte el traje pantalón de funcionaria jubilada que había lucido en los actos culturales del jueves y que nos había hecho temer lo peor: ¡que habían acudido al guardarropa de la princesa Irene para abastecerse! El vestido que llevó ese día la infanta Sofía tampoco nos gustó, parecía que estábamos viendo una de esas películas infantiles en las que la actriz protagonista es una adulta pero sigue haciendo papeles de niña, con tirabuzones y el pecho fajado.

La reina Letizia hace un acto de amor de madre
¡Letizia, sin embargo, el jueves lo dio todo! Para empezar, ofreció espectáculo propinándole un corte de mangas imaginario a sus ‘haters’ porque sacó la artillería pesada: espalda, escote, brazos, hombros, apretada, tacones, bronceada… Solo le faltaba decir: “¡Los focos a mi persona!”. Y, aunque todos la censuraron, yo lo interpreté como un acto de amor de madre: me inmolo; si me critican a mí, no criticarán a mis hijas. Fue bonito, aunque no lo consiguió, porque las tres recibieron.
La presencia de la reina Sofía
Pero el viernes, el día grande, el de la entrega de los premios, todo salió impecable. Mejor dicho, todo habría salido perfectamente si no hubiera sido por la presencia de la Reina emérita. En el posado frente al teatro ya hemos dicho que hubo tensiones, la emérita se puso al lado de su hijo y Leonor le tuvo que pedir que se apartara, después Sofía intentó interactuar con Letizia, que le contestó brevemente mientras trataba de poner la mayor distancia posible entre ella y su suegra hasta darle ostentosamente la espalda.

La reina Letizia no pudo disfrutar de los premios
Con expresión abatida, la emérita subió a su palco, entró el público en la sala y los Reyes y sus hijas se quedaron fuera inexplicablemente solos, sin saber qué hacer, incluso Letizia tuvo que preguntárselo a unos señores que le contestaron con el gesto típico de “no sé, nosotros pasábamos por aquí”. Después de algunas dudas, como oyeron que el teatro aplaudía, decidieron dar el paso y entrar en la sala. ¡Error! La gente estaba en pie mirando al palco de la emérita, aplaudiéndola fervorosamente y, cuando vieron con el rabillo del ojo que entraban los cuatro, dieron una vuelta de 180 grados sin dejar de aplaudir, fingiendo que ese entusiasmo era por los Reyes, ¡pero el mal ya estaba hecho! Nueva rigidez en los músculos del cuello de Letizia y la mandíbula apretada que ya no relajó en el resto de la ceremonia, con lo que quizás no pudo disfrutar suficientemente del gran papel que hizo Leonor, para el que tanto se habían preparado.
A la salida del teatro se dio el momento más incómodo
Y a la salida, en el vestíbulo del teatro, ocurrió exactamente lo mismo que el año pasado. Letizia, para departir con Meritxell Batet, se colocó de espaldas a las escaleras por donde sabía que iba a bajar su suegra, mientras sus hijas la escuchaban embelesadas y Felipe deambulaba esperando a su madre pensando: “A ver qué pasa ahora”. La emérita apareció e intentó acercarse al grupo de su nuera, pero nadie le hizo caso, hasta el punto de que Felipe tuvo que ir a su mujer y decirle algo al oído. Letizia se hizo la sorprendida, saludó brevemente a la suegra y emprendió a paso de caballo la salida, dejando a todos atrás. Y ahí se dio el momento más incómodo.