Los ojos de Vanessa se llenaron de lágrimas al ver a los dos queridos gatos abrazarse por última vez.
El Dr. Henderson estaba cerca, con la mirada conmovida por la conmovedora escena.
Cuando estaba a punto de administrar la última inyección, le tembló la mano; algo no parecía estar bien.
Con los años, los gatos se habían vuelto inseparables, y su vínculo se fortalecía cada vez más.
De repente, Juniper, que parecía enfermo y exhausto, pareció recuperar fuerzas y comenzó a forcejear.
El médico le administró el medicamento de todos modos, concentrándose en su tarea.
Un miedo gélido se apoderó de Vanessa. Se giró hacia la recepcionista y preguntó con voz temblorosa: “¿Dónde está el Dr. Henderson?”. Presa del pánico, registró cada habitación, desde la recepción hasta los almacenes.
Llamó al médico una y otra vez, con la esperanza de que le explicara todo. La secretaria dudó, pero tras escuchar la insistencia de Vanessa, le dictó la dirección.
Al llegar a la casa del doctor, se le encogió el corazón: el edificio estaba oscuro y vacío.
En lo profundo del patio, la silueta de un granero le llamó la atención.
Lo que vio dentro la horrorizó: las paredes estaban adornadas con animales disecados, con sus ojos de cristal fijos en la muerte.
Cada animal disecado estaba cuidadosamente decorado, pero en poses antinaturales que le ponían la piel de gallina. El pánico aumentó.
Al regresar a casa, ella y su amiga comenzaron a buscar de inmediato, difundiendo un mensaje alarmante en redes sociales.
Adjuntaron una foto de Ollie y proporcionaron una descripción detallada de su apariencia.
A pesar del apoyo recibido, había muy pocas pistas que seguir.
Un descubrimiento importante ocurrió cuando el dueño de una tienda de mascotas informó haber visto al doctor comprando medicamentos inusuales.
Esto alertó a Vanessa.
Entonces se encontró con un artículo sobre un color raro llamado “regaliz salado”, que era precisamente el que tenía Ollie. A Vanessa se le encogió el corazón; todo se estaba volviendo aterradoramente claro.
Al acercarse a la clínica del médico, Vanessa sintió un escalofrío.
La habitación estaba vacía, y ella y Samantha entraron en la oficina.
Encontraron una puerta secreta entreabierta y, conteniendo la respiración, entraron en el oscuro pasillo.
Al final, vieron al médico inclinado sobre una mesa con instrumentos.
La voz de Vanessa temblaba de ira: “¿Dónde está Ollie, doctor? ¿Qué le ha hecho?”.
El médico se giró lentamente, con el rostro helado. “¿Ollie? ¿Por qué te importa dónde está? No es tu mascota”, gruñó.
Vanessa se abalanzó sobre él, llena de fuerza por la desesperación. El médico intentó correr, pero la mujer lo tiró al suelo.
La policía llegó rápidamente. Ollie se sentó en medio del laboratorio, asustado y temblando.
La pesadilla había terminado. Mientras la policía se llevaba al criminal, Vanessa abrazó a su gato, intentando calmarse y tranquilizarlo. La historia se extendió rápidamente por toda la ciudad. La gente estaba conmocionada: su querido veterinario resultó ser un cruel torturador.
La clínica fue cerrada de inmediato y la policía encontró cada vez más pruebas.
La comunidad apoyó a Vanessa y Ollie. Ella recibió apoyo y consuelo, y sintió que se había hecho justicia.
Ollie ahora vivía a salvo y rodeado de amor, y su recuperación se convirtió en un símbolo de fortaleza y esperanza para Vanessa.