Marie Skłodowska-Curie es una de las mujeres más destacadas de la historia de la ciencia. Sus descubrimientos transformaron la medicina y la física, pero su trabajo con sustancias radiactivas causó su muerte e incluso determinó las circunstancias de su entierro.
Se convirtió en la primera mujer en ganar el Premio Nobel y la única mujer del mundo en recibirlo dos veces, tanto en física como en química. La investigación comenzó en 1896, cuando Henri Becquerel observó una radiación inusual en el uranio. Esto inspiró a Marie y a su esposo, Pierre, a experimentar, y en 1898 aislaron el radio y el polonio. Por este descubrimiento en 1903, los Curie, junto con Becquerel, recibieron el Premio Nobel de Física.
Tras la muerte de Pierre en 1906, Marie continuó su investigación. En 1911, recibió un segundo Premio Nobel de Química por el aislamiento del radio puro. La científica dedicó su vida al estudio de la radiactividad y sus aplicaciones en medicina, sentando las bases de la oncología moderna.
Pero el contacto constante con el radio y el polonio arruinó su salud: el 4 de julio de 1934, María falleció de anemia aplásica. Debido a los daños causados por la radiación, su cuerpo fue enterrado en un ataúd revestido de plomo. Cuando fue enterrada de nuevo en el Panteón en 1995, se descubrió que, incluso décadas después, sus restos emitían una débil radiación de fondo.
Sus pertenencias resultaron ser mucho más peligrosas: cuadernos de laboratorio, muebles y ropa aún se guardan en contenedores de plomo en la Biblioteca Nacional de Francia. Solo se puede acceder a ellos con equipo de protección. Considerando que la vida media del radio es de 1600 años, estos objetos seguirán emitiendo radiación durante muchos siglos.
Datos interesantes.
La única mujer que recibió dos Premios Nobel en diferentes campos científicos.
Su hija, Irene Joliot-Curie, también fue Premio Nobel. Estudió en la ilegal “Universidad Libre” porque a las mujeres no se les permitía matricularse en las universidades.
Fue una de las primeras conductoras de Francia.
Llevaba una ampolla de radio como amuleto, sin saber de su peligro mortal.
¿Quién más fue enterrado en un ataúd de plomo?
Robert Thompson, investigador de rayos X (1925), según su testamento.
Liquidadores del accidente de Chernóbil (1986), cuyos cuerpos fueron intensamente irradiados.
El destino de Marie Curie y otros investigadores demuestra que la ciencia aporta al mundo los descubrimientos más significativos, pero a veces exige sacrificios trágicos.