Heather y Sam eran padres jóvenes que disfrutaban de la alegría de sus primeros meses con su hijo recién nacido. Siguiendo el consejo de vecinos mayores, contrataron a Jackie, una mujer que los impresionó de inmediato con su amabilidad. “Trataré su casa como si fuera la mía”, dijo con una sonrisa sincera.
Con el tiempo, Jackie se convirtió en algo más que una simple empleada doméstica para la familia. Parecía formar parte de sus vidas.
Un día, mientras veía a Daniel jugar en el parque, Heather se encontró junto a su vecina, Katherine, una mujer conocida por su habilidad para difundir chismes. Conversar con ella se convirtió en una fuente de ansiedad. “¿No crees que tu empleada doméstica se siente demasiado cómoda aquí? ¿Como si fuera la dueña de la casa?”, comentó Katherine.
La idea de instalar cámaras ocultas surgió espontáneamente. Esa noche, cuando instalaron el equipo en toda la casa (en la sala, la cocina y los pasillos), Heather sintió una sensación de alivio. Unos días después, al revisar las grabaciones, descubrió algo desagradable: Jackie había entrado en su dormitorio, rebuscado entre sus pertenencias e incluso se había probado la ropa de Sam.
Esa noche, decidió confrontar a su marido. “¿Ocultas algo? ¿Hay una aventura entre tú y Jackie?”, preguntó con aspereza. Sam, atónito, negó rotundamente las acusaciones. Pero cuando Heather le mostró los vídeos, no le quedó ninguna duda: su ama de llaves estaba claramente obsesionada con su familia.
La pareja se dio cuenta de que la situación podía volverse peligrosa. Así que idearon un astuto plan: fingir unas vacaciones. Le dijeron a Jackie que se iban a Hawái dos semanas, se alojaron en un hotel cercano y empezaron a vigilar la casa con cámaras.
Lo que vieron superó todas las expectativas. Al principio, Jackie limpió como siempre, pero pronto su comportamiento se volvió aterrador: se probó los vestidos de Heather, robó joyas y, de repente, se armó con un hacha del garaje y empezó a destrozar muebles y otras pertenencias. Cuando su “truco” llegó a su clímax, Jackie llamó al teléfono, y este sonó en el bolsillo de Sam. Su voz agitada se escuchó en la línea: “¡Sam, la casa es un caos! ¡Alguien entró, todo está destrozado!”.
Al regresar a casa, encontraron a Jackie en la escena del crimen. Intentó recoger los objetos de valor, pero al ver a los dueños, se quedó sin palabras. Sam llamó inmediatamente al 911.
La policía llegó rápidamente. Durante el interrogatorio, Jackie negó inicialmente cualquier irregularidad, pero ante el peso de las pruebas, se derrumbó. Admitió que ella misma había orquestado el “pogromo”, con la esperanza de orquestar un robo y llevarse las joyas. Planeaba venderlas y permitirse una vida de lujo. Como resultado, Jackie fue arrestada y acusada de robo, fraude y daños materiales maliciosos.
Heather y Sam, con gran dificultad, restauraron su hogar, devolviéndole su comodidad y orden. Unos meses después, finalmente emprendieron su esperado viaje, esta vez sin miedo ni vacilación, dejando a su hijo al cuidado de los padres de Heather.