Las cadenas hoteleras utilizan este truco para ahorrar dinero en los paquetes vacacionales.
En verano aumentan considerablemente las reservas hoteleras de muchas personas que se dirigen a la costa para disfrutar de unos días de vacaciones. Mientras las playas se llenan de tumbonas y sombrillas, los turistas se bañan en la orilla aprovechando las cálidas temperaturas.
A la hora de elegir un destino, la mayoría de la gente se fija en el precio. Por eso, muchos viajeros optan por los bonos todo incluido de las cadenas hoteleras. Así, es posible alquilar una habitación que incluya las comidas.
Se trata de una opción cómoda que permite alojarse tranquilamente con la familia o los amigos y despreocuparse de tener que cocinar. Además, no hay costes adicionales asociados a comer en lugares diferentes todos los días.
Aunque, como en cualquier otro negocio, debe recordar que los hoteles también tienen sus trucos para ahorrar dinero. Es el caso de los paquetes vacacionales con todo incluido, cuyo objetivo es obtener el máximo valor posible recortando costes.
¿Qué es el “tercer día” en los hoteles?
Hay un truco psicológico asociado a la realidad de las comidas en los hoteles. En lo que respecta a la elección de la comida, uno la elige en función del hambre que tenga. Además, cuando se trata de repetir un plato o de guardar algo como recuerdo, esto es lo más destacado de los tan conocidos paquetes de vacaciones.
Por el contrario, al ofrecer a los huéspedes un paquete con todo incluido, los hoteles tienen un plan de consumo pensado. Un mecanismo se basa en calcular el valor de los productos consumidos para que se refleje en los costes y los beneficios.
Esta fórmula aparece al tercer día de las vacaciones. Al principio, los huéspedes vienen con ganas de comer y degustar todo tipo de viandas. El número de platos y raciones en las mesas aumenta, pero con el tiempo disminuye.
Esto se debe a un efecto psicológico: al acostumbrarse a la comida, el cuerpo deja de exigir tanto. Es el efecto contrario al que se espera al elegir esta opción vacacional, ya que la idea inicial suele ser ingerir grandes cantidades de comida.
Según Reuben Ubrik, director del servicio de comidas de una conocida cadena hotelera, si una estancia dura una semana, querer comer lo que uno quiera sólo dura los dos primeros días.
Es la trampa de los hoteles, que saben que los huéspedes consumirá menos y, por tanto, gastarán menos en las cadenas hoteleras.