De cuento de hadas, mágica, como de otra época: así describen la boda de Stella del Carmen y Alex Grushinsky, que tuvo lugar el 18 de octubre en Valladolid, en una antigua abadía entre viñedos. El ambiente era perfecto, los invitados estaban felices y la ceremonia, de la forma más sencilla posible. Pero tras esta armonía se escondía un largo y tenso camino hacia el altar. Y los protagonistas de este drama fueron Antonio Banderas y Mélanie Griffith.
Su historia de amor conmovió a fans de todo el mundo, pero su divorcio dejó una sensación de pérdida. Sin embargo, el actor malagueño ha insistido en repetidas ocasiones en que su respeto y cariño por la madre de su hija siguen intactos. La considera parte de su familia y su mejor amiga. Melanie, aunque rara vez habla públicamente de su exmarido, ha dejado claro que lo trata con cariño y mantiene una buena relación con él.
Sin embargo, incluso las exparejas más “perfectas” tienen sus momentos de tensión. Sus personalidades son diferentes, y a veces esto provoca conflictos, especialmente durante los preparativos de la boda de su hija. Fuentes cercanas a la familia afirman que Antonio tuvo que mostrarse firme cuando Melanie se inmiscuyó demasiado en los detalles de la organización.
Esta tensión agotó no solo a Banderas, sino también a la propia novia. “Fue demasiado para Stella y Antonio”, comenta la fuente de la publicación. Las últimas semanas antes de la boda fueron una verdadera prueba para Griffith, que quería que todo fuera perfecto. Pensaba en cada detalle, compartía constantemente ideas con la pareja, lo que, a su vez, solo aumentó el estrés. Como antes, Antonio intentó tranquilizar a su exmujer, convenciéndola de que no se tomara los preparativos a pecho, sino que actuara con calma y sensatez. A pesar de la emoción, la boda se celebró tal y como los novios la habían soñado: en una íntima ceremonia con amigos y familiares, en completa privacidad. Abadía Retuerta garantizó la absoluta confidencialidad de los invitados. Banderas, como siempre, se mostró cortés e incluso saludó a los periodistas que cubrían el evento cerca de la bodega. Melanie, por su parte, decidió no aparecer en público; no se conserva ni una sola foto suya del evento, a diferencia de las de la madre de la novia y sus hermanos.
Antonio, fiel a su reputación, demostró una vez más profesionalidad y respeto por la prensa, comprendiendo que los periodistas estaban haciendo su trabajo. Pero Melanie, conocida en España por su sociabilidad y su sonrisa, que posaba con gusto en los complejos turísticos de Marbella, esta vez permaneció en un segundo plano. Tras su divorcio de Banderas, prácticamente se retiró de la vida española y solo ahora regresó para ver a su hija dar el “sí, quiero”. Pero incluso entonces, decidió no llamar la atención.